EL MONTEPÍO DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO (1940 - 1950)

El 21 de agosto de 1939 es la fecha de la primera acta de la Junta Directiva tras la guerra civil que disponemos. Como presidente de la misma figura Manuel Puigcerver Soler. Primero sorprende la rapidez con que la nueva Junta comienza sus trabajos. Han pasado solo cinco meses desde que las tropas de Franco entraran en Valencia (29 de marzo) y prohibieran el asociacionismo obrero de forma radical. De esta primera acta se desprende una voluntad de normalizar la entidad a los nuevos tiempos, se acuerda que continué el empleado de la entidad, señor Ballester y la Junta “ lamenta no haber encontrado el Montepío en estado mas floreciente”. Obviamente la dura guerra civil, los bombardeos y la difícil situación económica que atravesó el bando republicano y el propio puerto de Valencia son factores mas que de sobra para poner en dificultades una Asociación de las características del Montepío.

Años mas tarde leímos ( Junta General de 17 de julio de 1949) como durante la guerra hubo un sector de socios que abogo, incluso, por la desaparición del Montepío. Pero esta propuesta contó con la oposición de la mayoría de sus miembros y de la Junta Directiva. La mirada al pasado del Montepío durante la guerra civil se realiza sin ira por lo que podemos suponer es que el funcionamiento del Montepío aunque con tremendas dificultades siguió adelante con su labor social y de amparo. Los problemas y graves venían de un presente hostil contra cualquier expresión civil del asociacionismo de los trabajadores y para las nuevas autoridades el Montepío era un extraño al que había que observar y controlar. De este modo las actuaciones del presidente y de su junta directiva estos meses estará dirigida fundamentalmente a desbloquear las cuentas de la entidad (el Banco de España no reconoce personalidad alguna hasta no pongan el oficio autorización a la Central nacional sindicalista” señala el acta del 30 de agosto de 1939).

Son semanas de repetidas diligencias ante la autoridades franquista, presentado todo tipo de papeles y certificados con los componentes de la Directiva ( con el objeto de que se comprobase, como se realiza por aquel entonces con total minuciosidad, que no incluían a ningún desafecto al nuevo régimen. Hasta agosto de 1940 el Banco de España no desbloqueara las cuentas. La austeridad y las escuetas actas son reflejos de estos difíciles tiempos del Montepío donde se les ninguneaba desde las autoridades su futuro y los fondo propios. En diciembre de 1940 leemos quejarse amargamente a la Junta Directiva : “ por entender injusta la decisión de la autoridad al comparar al montepío con los rabassaires y pidiendo se rehabilite al montepío y se desbloqueen todas sus cantidades correspondientes.” Los rabassaires fueron una asociación de pequeños propietarios catalanes, de origen muy antiguo, que estuvo bajo la orbita de las organizaciones de izquierda durante la contienda civil. La comparación con este movimiento era claramente situarlos fuera de la nueva legalidad.

Una y otra vez se insiste por escrito que el Montepío es apolítico y se envían estas solicitudes con certificados de la Asociación Naviera Valencia, en cuya sede se reúne al principio la Junta Directiva trasladándose, posteriormente, a la Cámara de Comercio, Industria y Navegación. El Colegio Oficial de Agentes de Aduanas y la carta de apoyo de un personaje que debiera estar bien considerado en los círculos políticos franquista como era el abogado José Montesinos Checa fueron otras aportaciones ante las autoridades franquistas para lavar el buen nombre del Montepío.

Naturalmente no se convocan juntas generales, totalmente prohibidas por las autoridades militares y civiles franquistas. La primera se realiza el 26 de enero de 1941, un año en que la situación del Montepío era extremadamente difícil. Se realiza tras la oportunas autorizaciones gubernativas pero sin presencia de la policía o delegado del franquista, como será preceptivo sucesivamente. A la reunión asisten 109 asociados, una cifra respetable para la difícil situación economiza que padeció la mayoría de la población de la ciudad. La asamblea se realiza en el salón de actos de la Cámara de Comercio de Valencia. La descripción de la situación y el panorama del Montepío realizada por el presidente en funciones es que la situación del Montepío, “ con mas salidas que entradas económicas” es complicada y se requiere una “ inversión comercial de sus fondos” para dar cauce y futuro a la entidad. Se pide, además, un voto de confianza para el actual presidente y directiva. Solo un socio, señor Cister, manifiesta su disconformidad y manifiesta públicamente, tal y como recoge la escueta acta, que “ la directiva debe atenerse al reglamento y para determinaciones de carácter singular puede convocar a la junta general para que resuelva.” Fue una verdadera minoría. Por 108 votos a favor y uno en contra, se aprobó dar manos libres a la Junta Directiva para gestionar una salida posible al Montepío y sus fondos.

Las decisiones de los directivos de aquella etapa fueron dar un carácter de sociedad mercantil al Montepío, incrementar los sellos-donativos aportados a la caja del Montepío, recuperar a los socios protectores y extremar la austeridad económica del mismo. Incluso en febrero de 1941 cesa de trabajar el único empleado del Montepío. en 9 de abril de aquel año la Junta Directiva acuerda trasladar la sede social en arriendo a un piso alto del café llamado de las Dos Reinas situado en la calle Reina de los Poblados Marítimos. Para acrecentar los ingresos del Montepío se contrata a un cobrador de las cuotas. En definitiva este año es el decisivo para arrancar en la recuperación del proyecto de futuro del Montepío. Algunos datos avalan este cambio de tendencia positivo. Si en 1940 los sellos recaudaron 3.465 pesetas ( frente a las cerca de 11.000 de 1933) en 1941 la recaudación subió hasta 8.925 pesetas. El numero de socios también fue incrementándose hasta situarse en un numero muy similar a los años treinta. En 1941 había 301 socios que fueron 344 socios en 1942. El Montepío comenzaba a dar muestras de su antigua vitalidad.

La Junta Directiva que logro esta recuperación estuvo formada en 1942 por las siguientes personas:

  • Presidente: Vicente Alcalá Marzal
  • Vicepresidente: Antonio Herrero Quiros
  • Secretario: Alejo Olcina Bertomeu
  • Vicesecretario: José Maria Bel Pérez
  • Tesorero: Manuel Chirivella Mejias
  • Contador: Juan Miguel Olcina Bertomeu
  • Vocales: Vicente Peris Boades, José Badillo Pascual, José Ocheda Sebastián

En febrero de este mismo año el presidente, por motivos de salud, dimite del cargo. Es sustituido por José Boira Palacios. De su corto mandato resaltamos su decisión de adquirir un crucifijo y los retratos del Caudillo, el general Franco, y otro de José Antonio para que presidieran el local social del Montepío. Servidumbres de los nuevos tiempos de nacionalcatolicismo. En febrero, sin embargo, dimite del cargo y por motivos laborales se da de baja del propio Montepío. Es el vicepresidente, Antonio Herrera, quien ostentara unos meses el cargo hasta que el 26 de julio de 1942 se elige como presidente a Juan Miguel Olcina Bertomeu. Bajo su dirección se inicia, como hemos señalado, la lenta recuperación del Montepío. Inscrito aquel año en el Registro de Montepíos y Mutualidades que el gobierno franquista puso en pie para controlar el mutualismo obrero, la Dirección General de Previsión les ordena se suprima de su Reglamento el articulo 42 por el cual “ el Montepío se declara completamente ajeno a todo acto político y religioso y en consecuencia queda prohibida toda discusión sobre dichas materias.” Eran las autoridades políticas franquistas y la Iglesia quienes decidan, no faltaría mas, lo que estaba o no terminantemente prohibido.

Como ya hemos señalado el incremento de socios es una de las características de esta nueva etapa. Incluso hay solicitudes de empleados de la Unión Naval de ingresar en el Montepío. Son desestimadas, pero unos años después volvemos a leer su intento de acceder a la afiliación. Síntoma en toda caso de que las ventajas en aquellos difíciles años de la posguerra que ofrecía el Montepío eran bien estimadas en los ambientes de los trabajadores valencianos. También los socios protectores se incrementan entre todas las empresas del puerto. En 1943 se alcanzan los 19.110 sellos-donativos. Es muy activa estos años la Comisión de Propaganda.

En la memoria de aquel año leemos lo siguiente:

“Al cerrar la memoria del año pasado nos sentíamos optimistas. Plena confirmación de nuestros augurios son los favorables resultados de este año. Entendemos pues que dada la situación actual de nuestro Montepío, si se produjese un cambio favorable en la situación internacional, haciendo renacer la paz en todos los ámbitos del universo, habría de repercutir también favorablemente para nosotros, ya que ello daría lugar a la plena actividad de nuestros medios en todos sus aspectos, siendo entonces factible la aplicación coordenada de nuestras aspiraciones en los proyectos de casas baratas, escuelas, becas, etc, tantas veces nombradas y que quisiéramos ver pronto convertidas en realidad”.

Estamos en plena II Guerra Mundial, con los aliados derrotando a los nazis en el norte de Africa y Sicilia. Este llamamiento a la paz contiene quizás un mensaje proaliado en un momento en que el régimen franquista seguía apoyando al Eje nazi-fascista aunque mantuviese la neutralidad militar. O quizás era un mero deseo de que finalizase una contienda que arruinaba al país y al comercio y obviamente al Puerto de Valencia. Quedaban por delante dos duros y terribles años de II Guerra Mundial. Pero desde entonces las guerras han seguido proliferando. Lamentablemente la hermosa consigna de la paz en todos los ámbitos del Universo que reclamaban nuestros aquellos entrañables socios del Montepío sigue siendo una reivindicación que asumimos enteramente en este convulso inicio del Siglo XXI.